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Ayer eran las cuatro
y en la espuma del café
escribía tu nombre
destruido con el primer sorbo.
Recorrías mi cuerpo por dentro,
ardiente,
reconstruido con mi propia sangre
impregnada en tus besos.
Ahora son las cuatro, no de ayer,
ni de tus besos,
ni del café.
Son las cuatro de otro día
con otro hombre diferente.
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5 comentarios:
me gusta esa hora... las cuatro...
Me encanta, es corto y potente, y hermoso. :)
Seguiré leyendo!
¡Bueno!
Me gusta, Jara. Evocador.
las chichas son guerreras
tu sabes...
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