viernes, 11 de diciembre de 2015

Déjame


 Déjame que me despida. Déjame mirarte a los ojos y ver como me dices adiós.  Déjame un último beso, un último baile, un último aliento... Déjame el adiós.
Que quiero mi despedida, mi abrazo, mis lágrimas, mi vacío. Que quiero mi luto real y no este de película, de cuento sin acabar, de poesía mal escrita.
Déjame el silencio, el sentirte, el gritarte aunque ya no tenga fuerza. Déjame que te diga aquello que no quieres escuchar. Déjame que te suplique, que te golpee en mi  mente, que te insulte, que me desahogue. Déjame que te quiera esta noche, mi última noche, sin lunas ni sábanas revueltas, me es igual, pero déjame.
Dame tus razones, mírame y dime adiós.  Para siempre.  Sin volver. Sin mirar atrás.  Como  las despedidas de verdad, las que no se fingen para acabar sin hacerlo.
Que necesito mi final, mi punto final.
Déjame.

2 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

Es curioso, hasta hace tan sólo dos día pensaba que las "despedidas" eran mejores teniendo la oportunidad de responder o de saber exactamente los motivos por los que se producían. Hoy pienso que si las cosas son como son es por algo y si alguien se va sin más...tal vez es porque debemos construir la despedida en el silencio.

No sé si me explico porque estoy espesito, pero bueno, eso es lo que me sale hoy.

Salud.

Jara dijo...

Partiendo de la base que si alguien se va sin más, sencillamente no vale la pena, no creo en las despedidas en silencio. Al menos, no si te piden un adiós.

La despedida sólo se produce en silencio cuando ambas partes lo quieren así. Si no es una putada.