sábado, 27 de septiembre de 2008

Ritual

Amaneció junto a un sol brillante, y sin embargo la mañana resultaba heladora. Salió al balcón con el pijama puesto y por un momento sintió unas ganas profundas de gritar. Despertar a la vecindad que quedada dormida se le antojaba como capricho del día, pero la tomarían por loca y aunque quizás no estuvieran mal encaminados, la exclusiva de juzgarse seguía en ella misma. En el momento que le pareciera oportuno le cedería ese placer a otro.

Permitió que el viento acaricia su piel blanquecina unos instantes, cerró los ojos y se dejó llevar por los sueños de la noche anterior, cuando resultaban placenteros una se levantaba de mejor humor, pero al instante empezó a sentirte observada y salió del trance en el que se encontraba. El vecino de en frente se perdía en el humo del cigarrillo rubio que se llevaba a la boca.
Alice le miró, le dedicó una sonrisa y se adentró de nuevo en la habitación. Dejó las ventanas abiertas y tiró para atrás la colcha de la cama. Dejar enfriar ésta, sería lo justo después de la nochecita que había pasado.

Mientras se hacía el café se metió en el baño. Se lavó las manos y se quitó las legañas. Nunca, nunca se lavaba la cara, ni cuando se duchaba, simplemente dejaba resbalar el agua por ella. Cualquier efecto jabonoso sobre la misma se convertiría en un problema. Rozar su delicada piel no era un asunto sencillo.

Vertió el café sobre una estúpida taza de gatos que no entendía porqué seguía conservando si ella siempre había sido alérgica. Pero al dar el primer sorbo al cargado líquido ennegrecido que le avivaba su destino, supo que el recuerdo de Santi y las historias sobre el gato nocturno en el que se había convertido y que tanto les unió, era lo que le impedía tirar el regalo. Agarrarse a aquella asa ardiendo le hacía mantener la esperanza de que quizás algún día todo sería como el principio. El ángel con alas rescatando a la chica rara.

¿Por qué le gustaba tanto fantasear?, al fin y al cabo lo único que conseguía era hacerse más daño.

Sacudió la cabeza para desprenderse de los pensamientos, abrió la nevera, la volvió a cerrar y puso la música a todo volumen para continuar así, con su ritual mañanero.
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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso pero resulta que es cierto.Aunque aparenten inexistencia son tan reales que nadie escapa a ellos: Los rituales mañaneros. Miles de coreografías que se mueven al compás del amanecer cada mañana.
Impedir que el mundo se lleve por la ventana sus sueños hace de cada ritual original y exclusivo de cada uno y diferente cada día.
Alice no es una chica rara,el mundo es el raro.

Buen finde Jara y muy buena narración

mariapán dijo...

A mi también me gustan los rituales mañaneros pero me dan tanta tanta grima los ángeles que no puedo ser objetiva con el texto al encontrarme uno por aquí...uy uy uy...
Un beso y sigue completando mi poesía con la tuya, me encanta!!!

Anónimo dijo...

hola
soy el vecino que vive en frente de Alice...
que ya que la describes y eso... (que será q la conoces vaya)
le podrías pedir que incluya en su ritual mañanero que se quite el camisón ese rosa que tiene para asomarse por la ventana???
:PPPPPPPPPP
enga jarísima
saludines

Anónimo dijo...

Una vez más, todo se basa en aprender a ser feliz incluso dentro de ese ritual mañanero que todos tenemos. Cuando eso se consigue, el resto del día pasa a ser más fácil...

O eso creo...

Siempre me remueves mil y una cosas que están ahí aunque me niegue a reconocer. Y hasta aquí puedo escribir... :P


Un besazo, pesiosa!

Pedro dijo...

Son costumbres, pero son las que nos dan seguridad. Seguramente por la mañan, recien despiertos es cuando más se notan.

En cuanto a fantasear, es algo d elo más hermoso, aunque duela, porque nos permite alejarnos de lo cotidiano.


Un abrazo,

Pedro.

Ps: De la revista espero dar noticas en breve.

Anónimo dijo...

- ¿Seguirás escribiendo?
- Nunca dejaré de hacerlo.

Espero que así sea.
Un beso.