lunes, 22 de febrero de 2021

Dispuesta a todo

 Ojalá ahora juntos, en algún punto del planeta, me da igual, elige tú . Ojalá desnudos y tocados por el viento como si fuéramos dientes de león a los que pedir deseos. 

Te deseo.
Ojalá  tus labios recorriendo mi cuello,  tus palabras haciéndome cosquillas, tu risa acariciando mis dudas  y tus dedos dibujando constelaciones sobre mis pechos, que contar lunares ya pasó de moda.
Ojalá jugar a encontrarnos, a desconocernos a viajar entre laberintos para escuchar ese gran concierto.  Nuestros jadeos. 
Ojalá ser instrumento y que me toques.
Ojalá la luna en tus pupilas, que no quiero que la bajes, tranquilo, que yo solita subo a buscarla, pero quiero reflejarme en ella cuando me miras.
Ojalá fuego. Arder en tu pecho, quemarme en tu boca y que tus manos enciendan la hoguera... tus manos, tu lengua, tú.

Ojalá ese lugar a un pestañeo de distancia, a tres paradas de metro, a dos manzanas de la ciudad, a un sueño con los ojos abiertos, a un minuto de tu recreo. Que quiero verlo todo. Verte todo.

Ojalá agua,  salir vivos de lo que nos ahoga, cogerte de la mano y que lleguemos al cielo, o donde queramos, tampoco hay que ser cursis.  Pisar tierra tiene sentido, pisarla contigo el doble, pero ¡joder, que locura el poder volar!.


Ojalá  tú.
Ojalá yo.
Libres.
Siendo nosotros. 

miércoles, 22 de agosto de 2018

Pócimas.


Noa: Me gustaría saber para qué usas ese recipiente, Lucas.
Lucas: Se llama Matraz. Yo lo uso para hacer pócimas.
Noa: ¿Pócimas de qué?
Lucas: De amor.
Noa: No te creo.
Lucas: Me da igual.
Noa: ¿ Me lo dejas?
Lucas: ¿Para qué lo quieres?
Noa: Jaime se ha encontrado un grillo y queremos meterlo en algún lado donde lo podamos observar.
Lucas: Toma.
Noa: ¿ Me enseñarás otro día a hacer pócimas?
Lucas: Pensé que no me creías.
Noa: Y hasta que no lo vea...
Lucas: ¿ Por qué te crees que te enamoraste de mí?
Noa: Lucas, yo me enamoré de ti antes de que supieras hablar, no me vengas con bobadas.
Lucas: Eso es lo que tú te crees, Noa.
Noa: ¿ Y para qué me diste esa pócima si tú no me ibas a querer?
Lucas: Para que no te enamoraras de otro mientras yo encuentro la fórmula para romper la que me dieron a mí.





Lucas y los sueños.

martes, 31 de julio de 2018

Piedra, papel o tijera.


Él era esa piedra con la que tropezar una y otra vez, tres no fue suficiente.
Yo era como el papel, frágil, me rompía si no me cuidaban.
Me convertí en tijera después de aquella historia.

pd: Que cada uno saque sus propias conclusiones.

domingo, 22 de julio de 2018

ALICE




Se cuenta que hace mucho mucho tiempo, en un bosque perdido al norte de España, vivía una niña que tenía un mágico poder. Escribía palabras en las hojas de los árboles y conseguía que el día se convirtiera en bellas sensaciones. Alice, así es como se llamaba la joven, descubría con cada amanecer y tras buscar en sus cuentos, vocales y consonantes que tras ser unidas creaban una nueva forma de dar nombre a las cosas. Siempre eran palabras originales y cortas, para que no se olvidaran fácilmente, y así, si alguien pasaba por aquellos caminos y las veían podrían recordarlas siempre.
Alice vivía con su abuelita desde muy pequeña, no se le conocía más familia, ni si quiera amigos. A los alrededores de aquél lugar no iba nadie desde que supieron que un lobo se encontraba suelto. El cazador del bosque siempre vigilaba para que no les pasara nada, pero por alguna extraña razón que nadie conocía, no habían podido atraparlo.
Alice era una chica muy valiente y no tenía miedo a nada. No temía al lobo, y aunque su abuela le había prohibido andar sola por el bosque, en cuanto tenía la oportunidad y la mujer iba a comprar al pueblo ella se escapaba a decorar el día con una nueva sensación.
Un día Alice se levantó, miró el cielo y se dio cuenta que el sol no había salido aún. Era más tarde que otra veces pero las nubes estaban muy oscuras y tapaban todo el cielo. Esto sería normal en un día de invierno, pero aquella mañana era verano y las estaciones nunca antes se habían impuesto unas a otras, siempre se habían respetado. Alice se preocupó pero no dijo nada a su abuela. Desayunó, lavó su taza y fue a leer un rato. Cuando su abuela fue al pueblo a por el pan, Alice corrió hacía el bosque con una palabra nueva que había descubierto en un libro antiguo que encontró en el desván y cogió sin pedir permiso. Con el rotulador de color rojo en la mano, trepó hasta la última rama del árbol que estaba decorando desde principios de año. Sólo le quedaba aquella parte para terminar su creación. Cuando consiguió asentarse, escribió muy despacio la nueva palabra. BOMBA. Sonrío al ver que había terminado su obra, y al momento empezó a cambiar el lugar como ocurría cada vez que ella le ponía el capuchón al rotulador.
Aquel día las hojas de los árboles no bailaron como cuando escribió FELICIDAD, ni las flores renacieron como cuando anotó en una de sus hojas: SONRISA. Tampoco se abrazaron como la tarde que pintó AMOR, ni si quiera cantaron como la mañana que escribió una de sus palabras favoritas AMISTAD. Aquel día todo se removió, empezó a temblar el suelo y el bosque empezó a destruirse poco a poco. Alice comenzó a temblar sin entender lo que sucedía, y es que aquella palabra no significaba lo que ella creía. No era una palabra positiva, aunque a veces con ella la gente expresara que se lo había pasado bien. Esas 5 sílabas llevaban un poder negativo en ellas.
Alice cayó de lo más alto sin darle tiempo a agarrarse a ninguna rama. Tirada en el suelo apenas se podía mover y cuando consiguió abrir los ojos vio que todas las palabras estaban a su alrededor. Dañadas como ella.
Cuando la abuelita de Alice llegó a casa, no la encontró en su cuarto. Recorrió todas las habitaciones hasta que se dio cuenta que la puerta del desván estaba abierta. Subió gritando su nombre pero allí tampoco la vio. Observó que el baúl había sido forzado y descubrió que el diario de su marido ya no estaba allí.
Salió corriendo hacía el bosque no sin antes mirar los alrededores. La llamó una y otra vez pero Alice no contestaba. Fue a llamar al cazador, quizás él la hubiera visto. Sabía que alguna vez iba a hacerle visitas para que le contara historias sobre el lobo que no conseguían atrapar, pero él tampoco sabía donde estaba.
Los dos estuvieron todo el día buscándola. Ya no sabían que espacios quedaban por registrar. De repente oyeron al lobo aullar. Se asustaron pensando lo peor, y se fueron acercando hasta el animal a través del sonido que emitía. Cuando llegaron allí se quedaron sorprendidos al ver que estaba al lado de Alice y que este chupaba la cara de la niña, y la protegía dándole calor.
El cazador se acercó despacio y cogió a la pequeña en sus brazos. Cuando se dio la vuelta el lobo había desaparecido. Ni si quiera la abuela vio donde fue.
- Es un ángel - dijo Alice susurrando y recuperando el aliento. Me ha salvado del terremoto.
La llevaron de vuelta a casa. Le dieron una sopa bien caliente y la echaron al lado del fuego.
- ¿Sabes abuela? He encontrado una palabra que no me gusta en un libro del abuelo.
- ¿Y qué palabra es esa? - preguntó la abuela.
- Bomba. Leí que el abuelo había encontrado una, y había salvado al tío y pensé que era algo bueno. Pero el bosque me enseñó hoy que no era así.
- ¿Y cómo te ha enseñado eso el bosque? - le dijo la abuela sorprendida.
- Escribo las palabras más bonitas en las hojas de los árboles y el bosque cambia. ¿No te has dado cuenta abuelita? El bosque se ha destrozado, tendré que ir mañana a escribir una nueva palabra para que nuestro lugar vuelva a ser como antes. ¿Tú te sabes alguna abuelita?
- ¿Sabes cual es la mejor? . IMAGINACIÓN. Con ella puedes hacer todo lo que tu quieras. Y tú tienes mucha- le dijo mientras le daba un beso en la frente.
-¿ Mañana me dirás más cosas sobre esa nueva palabra?
- Claro Alice, pero ahora deberías descansar. Hoy ha sido un día duro para ti.
Alice cerró los ojos y se quedo dormida acompañada del fuego. Mientras la abuelita releía el diario de su marido muy triste. Desde luego aquella palabra era una de las más horrorosas que jamás se habían creado.
Miró a su nieta y se sintió aliviada al saber que se encontraba bien. Y que sería una gran soñadora, con una imaginación excelente.
Lo que no sabía la abuelita, es que realmente lo que contaba Alice, sucedía de verdad.

martes, 26 de enero de 2016

Vacía.



 Vacía.

Aunque no lo creas, estoy vacía. Es como si me hubieran separado de mí.  Me miro  al espejo y no me veo. Es  como si me hubieran arrancado uno a uno todos los órganos.  Como si hubieran encajado dentro un sentimiento, la tristeza, que lo ocupa todo pero me hace sentir vacía.

La tristeza llena, la tristeza te hace pequeña, te deja cansada, te vuelve gris, te quita los amaneceres, te devuelve al mar, a las olas, a hundirte sin que te queden ganas de salir a flote. Si estás vacía no flotas. Te hundes. Y la tristeza pesa mucho pero nunca gana batallas al mar. Nunca.

La tristeza se alía con la soledad  creyendo así que se hará más fuerte, que será invencible, y lo es.  Y el vacío es más grande, y la soledad se vuelve tu enemiga, y te grita mentiras, y te atropella una y otra vez, te paraliza, te deja con el silencio, con la oscuridad,con  los pensamientos...

Os volvéis enemigos, y el vacío está tan lleno que necesitas vomitar.

Entonces salen las lágrimas y empapan el silencio que se revuelve y quiere gritar. Despiertan los pensamientos, que se pelean y quieren olvidar. Envuelven a la tristeza hasta asfixiarla, y quiere morir. Y las lágrimas van y vienen sin permiso, chocan y ahogan y no te dejan respirar, y te oprimen, y te marcan, y te calan, y no las puedes controlar.

Vacía. Vacía y llena a la vez, de mierda.


domingo, 10 de enero de 2016

Nunca

Siempre fuiste mi nunca. Mi fruto prohibido.  Te veía en las calles y me repetía una y otra vez, nunca. No puede ser. No.No. Él  nunca.
Y aparecías siempre en todos los locales que frecuentaba y juro que intenté cambiar de bares varias veces, que intenté cruzar otras calles, pero al final allí estabas, en mi camino, y yo volvía a repetirme, nunca.
Estoy segura que te diste cuenta,  porque hasta los que no me conocían sabían que había un nunca con tus ojos, con tu boca, con esa forma de ir por el mundo comiéndote todo. Un nunca que me perseguía en cada sueño, queriendo hacerme suya, y yo seguía diciendo nunca.
No hablábamos. Jugamos con la mirada y los silencios. Las colas en los cuarto de  baño de los antros de nuestra vida eran tu lugar favorito, muy romántico, sí. Las mías eran interminables, y tú, siempre dejabas pasar a los otros, hasta que yo me colaba porque no podía  soportar más el calor que me provocabas.
Y nunca. Nunca, nunca...
Pero llegó una noche llena de tequila y ron barato en la que nos perdimos del resto y nos quedamos solos. Me gritaste desde la barra y yo  fui hasta ti, no quería pero me iba acercando. No quería, nunca, pero me devoraste casi antes de llegar a tu lado.

- Sabes a poesía - me dijiste.
- Y tú a destrucción.
- ¿En tu casa?
- Nunca. ¿En la tuya?
- Mejor no.

Ya había caído.

Salimos de allí queriendo arrancarnos la ropa y aparcamos en el primer hotel que encontramos en el camino. Dejaste la tarjeta encima de la entrada y te dieron una llave sin preguntar.  Supuse que ese hotel no era tan de casualidad como imaginé.  Pero me dio lo mismo porque ya estaba perdida, jadeando, medio desnuda y queriendo ser tuya, tuya y de nadie más. Nunca. Siempre. Ya.

No llegamos a la cama. Me subiste a tu cintura y me empotraste contra la pared, embistiendo sin permisos ni cuidado, claro que no hacía falta. Yo luchaba para que me dejaran de temblar las piernas e intentaba agarrarme a algo que no fuera tu cuello, así que clavé las uñas en tu espalda y acabamos en el suelo, tu apoyado en la pared y yo sentada encima, salvaje, húmeda, sintiendo más placer del que estaba acostumbrada.

Acabamos sudorosos en la cama, con el corazón encogido y la mente en blanco. Me corrí varias veces, te corriste dentro de mí. Salí corriendo a la ducha buscando un refugio fuera de ti. Viniste detrás.

El agua fría nos recorrió todo el cuerpo. Le siguieron las caricias, los besos, los abrazos y miradas que decían nunca más.

Nos quedamos a dormir. Me cogiste de la mano, te acercaste a mi cuello y susurraste unos versos que me hicieron llorar.

- Tranquila - me escribiste en la espalda.

Le diste un disparo a mi insomnio y cuando desperté supe que ya no estabas allí.

Me vestí y salí corriendo, sabiendo que nunca más nos volveríamos a ver. Recorrí las mismas calles, los mismos bares y te busqué en las miradas de todos los que se cruzaron en mi camino. Nunca más apareciste.

Siempre supe que serías mi nunca.







lunes, 4 de enero de 2016

Lluvia


Llueve. He salido a la calle, desnuda. Las gotas recorren mi piel. Cierro los ojos. Pienso que son tus manos las que acarician mi piel fría y mojada. Siento escalofríos. Acaríciame.
La lluvía me abraza y me besa. Sus labios, húmedos, van recorriendo mi cuello, se detienen en la clavícula y dibujan sonrisas. Siento como se me eriza la piel. Me susurra letras que no logro entender, tengo la mente buscando tus latidos, tus besos. Bésame.
Tormenta. Te diría que empieza a diluviar y siento mordiscos en mis pechos. La lluvía, otra vez la lluvía que me golpea y me hace estremecer de tal forma que algo se remueve en mi interior. Pero yo quiero estremecer contigo, contigo dentro de mí. Ven.
Calada. Empapada hasta los huesos y queriendo bailar. La lluvia me hace bailar, y lento quiero hacerlo contigo. ¿Bailas?